PODEROSA DEBILIDAD
Susan Murray
Escritura de Hoy: “En ese tiempo, los saqueadores arameos habían invadido la tierra de Israel, y entre sus cautivos se encontraba una muchacha a quien habían entregado a la esposa de Naamán como criada. Cierto día, la muchacha le dijo a su señora: “Si mi amo tan solo fuera a ver al profeta de Samaria; él lo sanaría de su lepra.” 2 Reyes 5:2-3, NTV
Tema: Incluso cuando estamos en circunstancias difíciles, tenemos la oportunidad de mostrar el amor de Jesús yendo más allá en el servicio a los demás.
TRAUMA
Una muchachita vive con su familia en Samaria, capital del reino norteño de Israel. Un día, los sirios, enemigos del norte, invaden. Haga una pausa e imagina el miedo, el desorden y el peligro. No se apresure a pasarlo. Lo más probable es que algunos, si no todos, los miembros de su familia, especialmente los hombres mayores, fueran asesinados frente a ella. Muy traumatizada, la arrancan de su hogar y la llevan a una tierra extranjera con costumbres y un idioma desconocidos. Ella está completamente sola. Sería una suposición razonable, basada en la historia antigua, que posiblemente fue violada. Los estudiosos creen que sólo tenía doce años, por lo que era demasiado pequeña y débil para ser una amenaza, pero lo suficientemente mayor para ser útil. Se encuentra en la casa del principal comandante del ejército invasor, Naamán. Lo más probable es que él haya dado las órdenes que provocaron toda su pérdida y dolor.
¿Tiene usted curiosidad por las emociones que sintió, aunque no nos las cuente? Seguramente se sintió enojada por la injusticia. ¿Odiaba a Naamán y deseaba hacerle daño a él o a su esposa? Ella era incapaz de hacer nada, tentando su corazón hacia el desprecio. Cuando Naamán contrajo lepra, ¿estaba ella secretamente regocijada por su sufrimiento, pensando finalmente en alguna forma de justicia divina? Si inicialmente sintió desprecio (lo cual creo que es muy probable), ese desprecio había desaparecido cuando Naamán contrajo lepra. No sabemos el tiempo entre el secuestro y su enfermedad. Sus palabras y acciones demostraron que había llegado a amar a su enemigo y a su familia, y que su corazón estaba lleno de compasión por su sufrimiento. ¿Cómo fue esto posible?
RECORDANDO A UN PROFETA
No sabemos su nombre. Pero su historia es crucial porque ella recordó. Recordó lo que había visto y oído cuando era muy joven. Recordó al profeta Eliseo y cómo él tenía el poder que Dios le había dado, demostrando ese poder a través de la sanidad. Recordó las historias que conoció sobre cómo Dios había guiado a los israelitas durante muchos años. Aunque como nación, eran pecadores e infieles a Dios al adorar a otros ídolos, prometiendo liberación futura si se arrepentían.
Ella recordó el amor inmerecido, la bondad misericordiosa y la fidelidad de Dios. El amor de Dios hacia ella y en ella se desbordó ese amor hasta Naamán. Ella no tenía el poder para curar a Naamán, pero sabía quién lo podía hacer y habló. Ella era pequeña e insignificante, pero su Dios era grande y Naamán, que era orgulloso y autosuficiente, también necesitaba a Dios. En lugar de desprecio, sintió compasión.
PROFETA MÁS VERDADERO
La promesa de Dios de liberación futura era una promesa que esta niña sólo podía creer a distancia. Todos los profetas del Antiguo Testamento advirtieron que se arrepintieran, junto con la promesa de restauración. Jesús comenzó a predicar, como los profetas antes de Él: “Arrepiéntanse porque el reino de los cielos está cerca” (Mateo 4:17, NVI). Él vino sanando, tal como el profeta Eliseo: “Muchos lo siguieron y él sanó a todos los enfermos,” (Mateo 12:15b, NVI). Llamó a hombres sin poder, en los niveles más bajos de la escala socioeconómica, para que lo siguieran como sus discípulos. Hablaron, al igual que esta niña, y presentaron a otros a Jesús, el Libertador prometido a quien apuntan todas las historias del Antiguo Testamento.
Hágalo algo Personal: A pesar de las situaciones difíciles en las que nos podamos encontrar, ya sea como consecuencia de nuestro propio pecado, el pecado de otros o simplemente porque este es un mundo caído, tenemos un futuro eterno, prometido y lleno de gloria con nuestro Señor y Salvador. Jesús no solo vino predicando y sanando, sino que vivió la vida perfecta que nosotros no podemos vivir. Murió en una cruz, injustamente, para pagar nuestra deuda con Dios. Él tomó nuestro lugar. Al sentir nuestra indignidad y al mismo tiempo sentir la compasión de Dios, nuestros corazones se alejarán del desprecio y crecerán en gozo y compasión. No importa lo pequeños e insignificantes que seamos en este mundo. Si Dios puede usar la palabra de una pequeña esclava para señalar a alguien como Naamán hacia Dios, entonces nuestro poderoso Dios puede usar nuestras palabras para señalar a otros la verdad y la compasión de Jesús.
Examine su corazón. ¿Ve desprecio por los demás o por sí mismo? Lo invito a ser como la niña y recordar. Recuerde el Evangelio y lo que Jesús hizo por usted, hasta que su corazón se llene de compasión, y luego valla a contarlo. No se trata de usted, de sus palabras o de su importancia, sino del poder del Evangelio vivo. Quizás aún no haya experimentado lo que Jesús hizo por usted. Entonces le invito a considerar las Buenas Nuevas ahora y buscar a otros para que compartan con usted lo que Jesús ha hecho por ellos.
Ore Te alabo, Dios, por Tu fidelidad cuando soy infiel. Me sorprende que Jesús, aunque ridiculizado y despreciado mientras estaba colgado en la cruz, decidiera quedarse. Tú permaneciste ahí para mí, a pesar de mi corazón rebelde y mi pecado, dándome salvación del juicio futuro. ¡Qué misericordioso eres! Confieso que muchas veces lo olvido, así que ayúdame a recordar el Evangelio, especialmente cuando estoy en una situación difícil. Guarda mi corazón del desprecio; ayúdame a estar lleno de compasión, deseando que otros Te conozcan. Yo soy pequeño, pero Tú eres grande. Tus promesas son seguras. Amén
Leer: Hebreos 1: 1-3; Lucas 4:16-21, 8:38-39; Juan 1:40-42, 14:2-3; Romanos 8:18; Salmo 105:1-7
Versículo de Memorizar de la Semana: “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Filipenses2:5-7 NVI