Martes - LA TRAMPA DE LA COMPARACIÓN


LA TRAMPA DE LA COMPARACIÓN

Mechelle Holbrook

Escritura de Hoy: “Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: “A David le dan crédito por diez miles, pero a mí por miles. ¡Lo único que falta es que le den el reino!”.  Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo.” 1 Samuel 18:8-9, NVI

Tema: Podemos enojarnos y desconfiar de las personas que alguna vez amamos cuando se hacen comparaciones y parecemos ser menos respetados, venerados o admirados que otros, incluso si (como le sucedió a Saúl) estamos en una posición objetivamente buena.

COMIENZA DESDE TEMPRANO

¡Comparar, comparar, comparar!

¿Recuerdas la escuela primaria? Si nuestro amigo tenía una lonchera nueva, borradores especiales o una mochila genial, ¡nosotros también queríamos una! O tal vez la maestra eligió a nuestro amigo para algo en lugar de a nosotros, y de repente nos enojamos con él. ¿Qué pasa con eso? No termina ahí. En la escuela secundaria encontramos cosas nuevas para comparar: ropa, popularidad, calificaciones, deportes y relaciones. Y como adultos, la lista solo crece: trabajos, casas, autos, hijos, vacaciones, incluso los jardines. Qué apropiado el título de esta serie: “El Esquema Americano.” La comparación nos sigue en cada etapa de la vida, y si no tenemos cuidado, puede robarnos la alegría que Dios quiere que tengamos.

CUANDO LA COMPARACIÓN NOS CONSUME

El rey Saúl cayó en la misma trampa. Aunque Dios lo eligió para ser rey de Israel —bendecido con autoridad, oportunidades y favor—, se obsesionó con la atención que recibía David. En lugar de celebrar las victorias de David, Saúl se llenó de celos y amargura. La comparación le robó la paz, su propósito y, finalmente, su relación con Dios. Saúl apartó la mirada de Aquel que le había dado todo. Para nosotros no es tan diferente. Cuando vemos que otros son alabados, ascendidos o bendecidos, algo puede despertar en nuestro interior: ese susurro silencioso que dice: “¿Y yo qué?”. Pero cuando escuchamos esa voz, nos lleva al descontento y daña nuestras relaciones. La comparación nos impide ver las bendiciones que Dios ya nos ha dado.

LA CURACION: MANTENER NUESTROS OJOS EN JESÚS

La historia de David nos muestra un camino mejor. Aun cuando era favorecido por el pueblo y ungido por Dios, se mantuvo humilde. Tuvo todas las oportunidades para vengarse de Saúl, pero eligió el camino de Dios, no el suyo. David mantuvo su mirada en el Señor, y esa es la clave. Cuando fijamos la mirada en Jesús, la comparación pierde su poder. Aprendemos a celebrar las victorias de los demás porque confiamos en que Dios tiene un plan y un tiempo únicos para que nosotros también celebremos el éxito. Así que, cuando empiecen a surgir los celos o el descontento, entrégales esos sentimientos a Dios. Pídele que te ayude a ver a los demás como Él los ve: con amor, gracia y gratitud. Yo también le pido a Dios que me ayude en este aspecto.

Hazlo Algo Personal: ¿En qué aspectos te sientes más tentado a compararte: tu apariencia, tu éxito, tus relaciones? ¿Qué bendiciones podrías estar pasando por alto en tu vida por compararte con los demás? Esta semana, celebra con intención el triunfo de alguien más: envíale un mensaje, anímalo o agradece a Dios por su éxito.

Ore: Dios, confesamos que frecuentemente caemos en la trampa de compararnos. Miramos a los demás y olvidamos todo lo que has hecho por nosotros. Escudriña nuestros corazones, Dios Señor. Muéstranos dónde se han infiltrado los celos y el descontento. Ayúdanos a mantener la mirada puesta en Ti y a celebrar los logros de los demás con un corazón sincero. Gracias por la manera única en que nos has creado y bendecido a cada uno. En el nombre de Cristo Jesús, amén.

Lee: Gálatas 6:4, Proverbios 14:30

Versículo de Memorizar de la Semana: “Por tanto, también nosotros que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.” Hebreos 12:1-2, NVI