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Esta es la última semana de nuestra serie "Más que un Sentimiento", y hemos descubierto mucho sobre el Espíritu Santo. Hemos aprendido que no es solo una emoción ni una fuerza misteriosa, sino una parte real y personal de la Trinidad: nuestro Ayudador y compañero constante. También hemos visto que no se puede controlar ni encajar en una fórmula que dé una respuesta específica, pero podemos confiar en Él para que nos guíe, nos fortalezca y nos transforme mientras caminamos con Él. Al concluir, recuerden que este no es el final, sino el comienzo de aprender a caminar diariamente con el Espíritu. Sigan profundizando en la Palabra de Dios, inviten al Espíritu Santo a sus momentos cotidianos y observen cómo Él moldea su corazón y sus pasos cada día.

Esta semana, continuaremos analizando quién es el Espíritu Santo y cómo obra en nuestras vidas. Mucha gente piensa en el Espíritu Santo como un sentimiento o un momento de emoción, pero Él es mucho más. Es la presencia viva y activa de Dios en nosotros. Hoy exploraremos una de las verdades más desafiantes: el Espíritu Santo no se puede controlar. Como personas, nos gusta la estructura, la previsibilidad y el control. Pero seguir al Espíritu a menudo significa soltarnos y confiar en su guía, incluso cuando no se ajusta a nuestro horario o planes. Recuerda, este es un lugar seguro, sin juicios, mientras compartimos y aprendemos a reconocer su voz juntos.

¿No te encanta la Palabra de Dios? Esta semana comenzamos una nueva serie sobre el Espíritu Santo. Para muchos, el Espíritu Santo es un misterio. Quizás creciste en un entorno donde no se hablaba mucho de Él, o tal vez solo escuchaste cosas confusas o contradictorias sobre quién es y qué hace. Por eso, puede ser tentador ignorarlo por completo o reducirlo a un simple sentimiento o fuerza. Pero Jesús dejó claro que el Espíritu Santo es esencial: Él es Dios mismo que vive en nosotros, nos guía, nos fortalece y nos consuela. Nuestro objetivo en esta serie es conocerlo más personalmente, comprender su función con mayor claridad y aprender a vivir con Él con mayor fidelidad en la vida diaria.

Esta es nuestra última parada en la serie “Del Edén a la Eternidad”. Cerramos con el libro de Apocalipsis: la revelación de Jesucristo. Esta visión fue dada al apóstol Juan mientras estaba exiliado en la isla de Patmos. El Apocalipsis no se escribió para atemorizarnos ni para ayudarnos a predecir la fecha del fin de los tiempos; la Escritura es clara al afirmar que nadie sabe el día ni la hora. Está lleno de simbolismo y misterio, muchos de los cuales no podemos explicar por completo. Sin embargo, su propósito es fortalecer nuestra esperanza y recordarnos que Dios tiene el control y que un día Él renovará todas las cosas. Exploremos sus verdades y los principios que aún moldean nuestras vidas hoy.

La Palabra de Dios está viva; habla tan claramente hoy como cuando fue escrita. A lo largo de esta serie, recorrimos la historia de las Escrituras. Esta semana llegamos a uno de sus momentos más impresionantes: los Evangelios. El Antiguo Testamento concluyó en silencio mientras Israel esperaba al Mesías prometido. Entonces, el silencio irrumpió con la mejor noticia: ¡Dios mismo se acercó en Jesucristo! Cuatro Evangelios, un Mesías. Mateo, Marcos, Lucas y Juan presentan la misma verdad transformadora: Jesús es el Salvador, pero cada uno destaca detalles únicos. Cuatro testigos que describen el mismo evento desde diferentes perspectivas; sus perspectivas tejen una imagen rica y completa de quién es Jesús.