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Esta es nuestra última parada en la serie “Del Edén a la Eternidad”. Cerramos con el libro de Apocalipsis: la revelación de Jesucristo. Esta visión fue dada al apóstol Juan mientras estaba exiliado en la isla de Patmos. El Apocalipsis no se escribió para atemorizarnos ni para ayudarnos a predecir la fecha del fin de los tiempos; la Escritura es clara al afirmar que nadie sabe el día ni la hora. Está lleno de simbolismo y misterio, muchos de los cuales no podemos explicar por completo. Sin embargo, su propósito es fortalecer nuestra esperanza y recordarnos que Dios tiene el control y que un día Él renovará todas las cosas. Exploremos sus verdades y los principios que aún moldean nuestras vidas hoy.

La Palabra de Dios está viva; habla tan claramente hoy como cuando fue escrita. A lo largo de esta serie, recorrimos la historia de las Escrituras. Esta semana llegamos a uno de sus momentos más impresionantes: los Evangelios. El Antiguo Testamento concluyó en silencio mientras Israel esperaba al Mesías prometido. Entonces, el silencio irrumpió con la mejor noticia: ¡Dios mismo se acercó en Jesucristo! Cuatro Evangelios, un Mesías. Mateo, Marcos, Lucas y Juan presentan la misma verdad transformadora: Jesús es el Salvador, pero cada uno destaca detalles únicos. Cuatro testigos que describen el mismo evento desde diferentes perspectivas; sus perspectivas tejen una imagen rica y completa de quién es Jesús.

Al retomar y avanzar en la Biblia en nuestra serie "Del Edén a la Eternidad", llegamos al contexto donde los israelitas estuvieron cautivos bajo los babilonios debido a su pecado y desobediencia. Ahora han regresado y están comenzando el proceso de reconstrucción. Dios les está dando un nuevo comienzo. Muchos de nosotros podríamos encontrarnos en una situación muy similar. El fin de semana pasado aprendimos algunos principios bíblicos para reconstruir a la manera de Dios.

El domingo pasado tuvimos la bendición de escuchar a nuestro pastor fundador, Mike Madding. Nos recordó que la humildad no es algo natural; es algo que debemos cultivar intencionalmente. En esta cultura, constantemente nos impulsan a ascender, a ser reconocidos y a demostrar nuestro valor. Pero Jesús nos señala la dirección opuesta: el camino de la humildad. La verdadera humildad no es debilidad; es fuerza bajo control. No se trata de menospreciarnos, sino de pensar menos en nosotros mismos: hacer espacio para Dios y para los demás. Esta semana, analizaremos lo que Dios realmente desea de nosotros y cómo podemos seguir el camino de la humildad de Cristo.

Esta semana analizaremos un momento bíblico en el que los israelitas querían ser como todos los demás pueblos que los rodeaban. Otras naciones tenían reyes, así que ellos también querían uno, así que le pidieron a Dios un rey. Como pueden imaginar, y como veremos, este no era el plan de Dios ni lo mejor para su pueblo elegido. Pero, como solemos hacer, exigieron lo que querían, y así comienza un largo camino de difíciles consecuencias por la decisión que tomaron de tener un rey "como todos los demás", en lugar de Dios como su verdadero Rey.