¿QUE HARIA JESUS?
Kimberly Lawrence
Escritura de Hoy: “Y tendrá un hijo y lo llamarás Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” Mateo 1:21, NTV
Tema: Jesús siguió el camino a la perfección, salvando a todos sin tolerar el pecado ni condenar a las personas, sino que dio su vida como rescate.
REFLEXIÓN SOBRE EL AMOR DE DIOS
Esta serie sobre juzgar me ha desafiado a una seria autorreflexión. He tenido que enfrentar la vergonzosa constatación de que, en lugar de aplicarlo con pinceladas amplias, he aplicado de manera mínima y selectiva el movimiento “Qué dice Jesús” en mi vida diaria. La bondad, la generosidad e incluso el perdón que trato de demostrar son, con demasiada frecuencia, condicionales. Doy con la esperanza de recibir algo a cambio. Amo esperando reciprocidad. Ofrezco respeto cuando es merecido o ganado. Perdono, anticipando el remordimiento y un cambio de comportamiento. Aunque mis actos de amor suelen ser contingentes, gracias a Dios, el amor de Jesús fue incondicional.
La gracia que Jesús mostró durante Su ministerio fue inconmensurable. En el centro de Su enseñanza había un amor tan profundo y transformador que parecía casi increíble... imposible. Los fariseos se sentían insultados por las afirmaciones de Jesús de tener la autoridad para salvar. El orden social se vio alterado por Su asociación con pecadores impuros e indignos. Su amor nunca dependió de la capacidad de ganarlo ni de la necesidad de compensar el mal comportamiento con buenas obras. No requería un cierto derecho de nacimiento, estatus social o tarifa de entrada. La suya era la única perfección posible o requerida.
SIGUIENDO LA PERFECCIÓN
El Evangelio nos dice que Jesús vivió la vida perfecta que nosotros nunca podríamos vivir, y que entregó esa vida como rescate por la nuestra. Este no es un concepto abstracto: es un acto de amor profundamente personal. Jesús pagó el precio por el pecado que nosotros no podíamos permitirnos, ofreciéndose a sí mismo en nuestro lugar. Aunque di varios ejemplos de cómo mi yo mundano pone condiciones a los demás, incluso a aquellos a quienes amo, Jesús abordó cada interacción con gentileza. A un recaudador de impuestos, a un discípulo o a un extraño, Jesús nunca los condenó directamente. No los presionó para que cambiaran; los invitó a seguirlo.
Hazlo Algo Personal: Esa misma gentil invitación se extiende a cada uno de nosotros. En nuestro quebrantamiento, preguntas, dudas y fracasos, Jesús no nos encuentra con la condenación. Nos encuentra dondequiera que estemos y nos invita a caminar con Él. Sus brazos están bien abiertos, sin importar quién sea o dónde hayamos estado. Ríndete a Su presencia y encuentra un amor que transforma de adentro hacia afuera. Solo entonces, podemos realmente comenzar a vivir como lo hizo Jesús.
Ore: Dios, gracias por Tu gracia, misericordia y amor incondicional. Estoy tan agradecido de que me encuentres donde estoy, sin juzgarme. Permíteme extender a los demás la misma gentileza que tan gentilmente me has dado a mí. Perdona mi ego y mi deseo de control. Quiero entregarme completamente a Ti para poder conocer la plenitud de la persona en la que me estás transformando. Ruego que, a medida que mi fe crezca, también crezca mi capacidad de ser considerado, empático y perdonador con los demás. Amén.
Leer: Mateo 6:14; Efesios 1:7-8; Romanos 12:10
Versículo de Memorizar de la Semana: “No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno.” Juan17:15, NVI